Tiempo atrás, un ingeniero originario de un país desértico y relacionado con los temas de nuestra empresa nos dijo que Argentina le parecía un barco flotando en un inmenso océano de mar dulce. Estábamos inclinados sobre el muro de la Costanera de Buenos Aires. Después de todo, el primer español que llegó a lo que un día sería nuestro país llamó al Río de La Plata, Mar Dulce: una paradoja, la primera paradoja hídrica de estas tierras: mar, pero no salado.
La segunda paradoja hídrica es que la inmensa cantidad de agua subterránea y superficial no está distribuida como sería deseable. El 70% del agua disponible “habita” el 30% del territorio. El resto es a veces semiárido, a veces francamente árido e incluso desértico.
La región cuyana, por ejemplo, no podría vivir sin el agua de deshielo de los Andes y de la ingeniosa idea de los indios Huarpes que imaginaron una vasta red de canales llamados, hoy día, acequias. Aun así, el agua no sobreabunda. Falta, incluso si se hace uso intensivo de riego por goteo. A pesar de todo, las ya bien conocidas técnicas de reúso de aguas cloacales no existen en la zona. Otra paradoja
Recién ahora en la Patagonia, francamente desértica pero recostada sobre el inmenso océano Atlántico se empieza a implementar, muy tímidamente aún, tecnologías de desalinización del agua de mar.
Argentina (y la mayor parte de Uruguay y una enorme parte de Brasil) “descansan” sobre el famoso acuífero Guaraní, uno de los mayores reservorios de agua potable del planeta. Aunque mucho se lo ha estudiado, es tan inmenso que su verdadera dimensión no está establecida. Se supone que llega hasta la cadena de Los Andes.
Pero en los aledaños de Buenos Aires, una de las urbes más grandes del planeta, hay barrios sin agua corriente o que son abastecidos por un hilito del líquido elemento. Un altísimo porcentaje se pierde en las grietas de la antiquísima red de cañerías. Paradojas.
Por supuesto la tala incontrolada de árboles y los incendios forestales muchas veces intencionales aportan lo suyo. Alli donde la arboleda disminuye, disminuye la humedad, las lluvias y la retención de agua en los suelos.
Y por supuesto las redes cloacales son incompletas y, a veces, inexistentes. Pozos sépticos contaminan perforaciones de agua que la población bebe. En barrios a unos 30 km del Mar Dulce de Solis. el agua potable escasea.
Esta es entonces la paradoja hídrica Argentina: hay agua en abundancia, pero escasez de agua.
Diversas obras en marcha y en planes, implementadas por las empresas proveedoras del servicio, intentan superar la contradicción. En muchas, realmente muchas, de esas obras interviene ECOPRENEUR. Así, a nuestra manera, trabajando en obras, celebramos el Día Internacional del Agua.
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